6.7.09

El lavado de cerebro en el capitalismo

Somos todos concientes de que para la perpetuación de un determinado régimen, especialmente si es opresivo, es vital la propaganda. En los Estados totalitarios del siglo XX, esta propaganda era evidente, especialmente en el nazismo. Hoy día este tipo de propaganda ha desaparecido. Los Estados capitalistas prefieren otro tipo de promoción. Ya no los gloriosos desfiles, sino el lavado de cerebro casi imperceptible que hacen los medios de prensa burgueses. Obviamente, el lavado de cerebro de los viejos regímenes también existía pero ahora me detengo en el actual.

Adoctrinamiento

En esta etapa es vital para el régimen capitalista liquidar las aspiraciones antisistema del pueblo, aún cuando ni siquiera hayan surgido. Para ello utiliza al sistema educativo. Todos los tipos de sistemas educativos del capitalismo están orientados a un único fin: adoctrinar. Para ello son realmente útiles las escuelas religiosas, verdaderos focos desde donde se aplasta todo posible pensamiento independiente, con la natural ayuda de los padres de los alumnos, mediante su fe religiosa, uno de los mayores enemigos del pensamiento libre. Y para completar el combo están las escuelas públicas, escuelas donde la enseñanza deja mucho que desear y donde se le quita todo interés por el conocimiento como conocimiento en sí y donde se tira siempre hacia una educación peor antes que a una mejor; con el agregado de que tanto uno como otro tipo de escuela priorizan siempre las profesiones según la solventabilidad, en concordancia con el ideal capitalista de competencia y eficiencia óptima.

“Yo pensaba hasta que fui a la escuela.”


Idiotización

Es la segunda etapa pero no menos importante, que no comienza en un momento determinado, así como el adoctrinamiento, siempre está latente, pero este lavado afecta especialmente a los hombres y mujeres ya maduros. Consiste en volcar la gente a intereses sobre temas insignificantes para tratar de evitar así que del pueblo común y corriente surjan líderes, o en su defecto, que sean los menos posibles. Sus armas son: la televisión (principalmente) y el llamado “sentido común”, que no es más que el campo de batalla en la lucha de ideas (término de Fidel Castro) o en la lucha por la hegemonía (término de Antonio Gramsci), lugar caótico donde se enfrentan las ideologías, especialmente la liberal que trata de imponer la burguesía y la socialista que trata de difundir la resistencia, ya sea socialista moderada, comunista o anarquista.


El miedo como noticia

Otro elemento cultural crucial para no perder lo ganado en la mente del pueblo de los anteriores lavados es el miedo continuo que le infunde al pueblo la prensa. Ésta, en lugar de difundir las buenas noticias que hay sobre el mundo y de la lucha de millones de personas por un mundo mejor pero recordando las atrocidades que ocurren en los múltiples oscuros rincones del mundo, se dedica a enfermar la mente de las personas con miedo a que cualquier cambio les haga perder todo, con miedo a que de un día para otro sucedan cosas terribles como grandes catástrofes, siempre sin explicar que la mayor parte de los problemas del mundo tienen su origen en la sed de poder y, por consecuencia, en el capital y en el capitalismo en sí. Mucho menos la prensa burguesa va a hablar de las terribles cosas que suceden en el mundo, atrocidades terribles y reales en África, Asia y otros lugares. Además, cuando se quieren contar esas barbaridades entra en juego el sistema de salvamento del capitalismo, en “sentido común” con expresiones tales como: “qué se le va a hacer si siempre fue así”, “son lugares muy alejados”, etc., etc., frases dichas por personas que generalmente son católicas, olvidando que uno de los fundamentos del cristianismo es que todos los hombres son hermanos. Ante esta mediocridad es crucial que los revolucionarios reivindiquen más que nunca el internacionalismo, que hayan pasado muchos años de la formación de ese concepto no significa que debamos olvidarlo por burdos nacionalismos, dado que es más necesario que nunca, porque la única patria de un revolucionario es la humanidad y no hay fronteras para la Revolución.

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