21.3.10

La Causa (H. Thompson)

La puerta de acero se cierra después de haber estado abierta durante un largo tiempo.
Es otra mañana en este infierno creado por el hombre, acompañada por los relojes de los guardias
Me paro frente a la puerta de mi celda, mirando entrar mis tormentos.
Otro día de peleas con los bastardos uniformados,
de corazones negros, diabólicos.

Son los nazis de los tiempos modernos,
una nueva era de paquetes demoníacos.
Los miro fijamente a través del acero de mi celda.
Mi rabia fluye, hasta me shokea,
es tan real.
Me paro sólo, atrapado en esta jaula,
atormentado por siempre, por una rabia encendida.

Sin escape, sin libertad,
busco en vano por paz interior.
En un momento de desconcierto, cada día,
lucho contra esta enferma realidad.
Dándome vuelta disgustado, cierro mis ojos,
vuelvo al refugio de un recuerdo, paraíso.

Agradecería cualquier hermoso escape
No hay mucho alivio cuando estoy en guerra.
Quizá, tal vez, es un terrible sueño,
¿despertaré para olvidar los horrores que he visto?

El sueño bienvenido me lleva a los brazos de mi amado,
para abrazarme fuerte a ella.
Su cabeza descansa sobre mi pecho tan ligero.
En mis sueños acaricio su pelo...
Con una maldición despierto, ¡para no encontrarme más allí!
Entonces escucho ese odioso sonido, me es familiar.
Retumba fuerte en las paredes de alrededor.
El ruido de las llaves penetra mi cerebro una vez más,
otro día en el infierno, cada día es igual.


Otro día en la guerra de los deseos ha llegado, está aquí.
Confrontando a los demonios uniformados, máquinas de torturar.
He llegado a odiar su uniforme paramilitar.
Nunca jugaré su juego de buen prisionero, y por eso sé yo mi destino.
Finalmente, otro día en el infierno ha pasado, me ha arrastrado lentamente,
Y esta soledad en mi celda, me trae tranquilidad
.

El odio de este sistema corrupto
aún sigue corriendo por mis venas.
Arroja combustible a las llamas revolucionarias
de mi corazón.
En muchos frentes luchamos los rebeldes
por nuestra unida causa,
Yo continúo luchando aquí dentro,
y tú allí afuera.

Juntos enfrentamos, frente en alto
sus autoserviciales leyes capitalistas,
nos muestran un falso confort desde su posición
pero están atrapados con nosotros en su propia pesadilla.
He perfeccionado mi odio hacia ellos,
y ellos han perfeccionado torturas cada vez más desesperantes.
¿Quién ganará finalmente?
¡Pues nosotros, por supuesto!

¡Nuestro corazón es rebelde como uno
presenta una poderosa e incontenible fuerza!
¡Ustedes capitalistas,
serán testigos el incontrolable rabia de la gente,
nuestra rabia, mientras luchamos por nuestra
libertad!

¡Ese glorioso día,
cuando nuestras cadenas sean rotas
y por siempre, todos seamos libres!


30 de Abril, 1994.

Harold H. Thompson

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